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EL CRISTIANISMO EN HONDURAS

Padre Pedro Serrano García



Honduras es un pueblo de creyentes. Las tres clases sociales (alta, media y baja), aceptan a las iglesias cristianas; incluso muchos participan frecuentemente. Ahora, el problema está si somos imagen de Dios o Dios es imagen nuestra. Puede que todos los cristianos tengamos parte de ambas dimensiones, aunque unos tengan más de falsos creyentes y en otros prevalezca la fidelidad cristiana.

Enfoquemos la luz del Evangelio de Jesús para iluminar nuestra desfalleciente realidad.

Los bienaventurados de Jesús
Felices son el 80% de pobres explotados en nuestro país por los ricos, ante el espiritualismo cómplice de  religiosos que, con el pretexto de sus celebraciones, permanecen insensibles a la infrahumana vida de sus compatriotas.

Felices son los que, por defender a los oprimidos en Honduras, han sido masacrados por las fuerzas de seguridad al servicio de ambiciosos oligarcas que controlan los tres poderes del Estado.

Felices las mujeres que en Honduras son doblemente explotadas con salarios de hambre y jornadas extenuantes, en maquilas cuyos directivos sólo piensan en la ganancia.

Felices las amas de casa que no tienen suficiente para alimentar y educar a sus hijos, mientras sus machistas esposos andan buscando otros amores y despilfarrando el dinero en fiestas.

Felices las viudas (con hijos huérfanos) de los asesinados por el crimen delincuencial y político pues apenas pueden subsistir con los miserables recursos con los que cuentan.

Felices las empobrecidas familias campesinas y las discriminadas indígenas, cuyas tierras han sido substraídas por ambiciosos terratenientes manipuladores de la ley y de las autoridades, amenazando y persiguiendo a los organizados campesinos que reivindican el derecho a la vida.

Felices los desempleados que alcanzan la escandalosa cifra de más del 35% en nuestro país, mientras los poderes económicos, con la complicidad del gobierno, guardan el dinero producido por el pueblo en paraísos fiscales o países desarrollados.

Felices los emigrantes, que  arriesgan sus vidas ante el crimen organizado y su libertad ante posibles encarcelamientos y deportaciones por autoridades de Estados Unidos.

Felices los trabajadores y trabajadoras de la clase oprimida de Honduras, que se sienten humillados y explotados como esclavos por empresarios sin escrúpulos que los utilizan, no como personas, sino como instrumentos de producción para su propio enriquecimiento.
Felices los hondureños y hondureñas, que en el Estado fallido de Honduras, se esfuerzan cada día en subsistir con sus humildes ventas ambulantes, sin que el gobierno haga nada para ayudarlos.

Felices los niños y niñas de la clase empobrecida de Honduras, que van creciendo en familias desintegradas sin las adecuadas condiciones de alimentación, sanidad y  educación, mientras los privilegiados culpables de este sistema de explotación sólo prestan atención a los conglomerados económicos que les puedan aportar más ganancias.

Pero asimismo, para Jesús hay otra clase de bienaventurados en Honduras que merecen nuestra atención:

Bienaventurados los cristianos de comunidades de base y otros movimientos eclesiales, que promueven toda clase de obras de educación, salud, alimentación, vivienda y ayudas económicas a favor de los empobrecidos con sus hijos.

Bienaventurados los militantes de organizaciones populares que luchan por los derechos laborales de los trabajadores y de las tierras para los campesinos e indígenas, tratando de transformar el sistema económico explotador en un nuevo sistema solidario.

Bienaventurados todos aquellos y aquellas que desde las Organizaciones Humanitarias no Gubernamentales, tratan de mejorar la calidad de vida de los ciudadanos hondureños más discriminados.

Bienaventuradas las personas integradas en las organizaciones feministas que luchan por superar la discriminación de las mujeres en la familia, el trabajo y la sociedad.

Bienaventurados los militantes obreros, que desde la lucha política pretenden la refundación liberadora del Estado fallido de Honduras.

Los malaventurados de Cristo
Jesús, además de anunciar bienaventuranzas para los humildes, denunció a los poderosos que se enriquecen practicando la injusticia, la opresión y la represión:

Desgraciados los gobernantes, jueces y diputados que en Honduras usan los puestos oficiales del Estado para extorsionar a los humildes mediante la práctica de la corrupción, la impunidad y el tráfico de influencias.

Desgraciados los oligarcas del agro, la industria, el comercio y las finanzas cuyo Dios es el dinero al que rinden pleitesía, extorsionando a los empobrecidos.

Desgraciadas serán las autoridades del imperio y de las grandes potencias que imponen la ley del más fuerte a los países subdesarrollados, entre los que se encuentra Honduras, para exprimirlos a favor de sus intereses geoestratégicos.
Desgraciados los directivos  y accionistas de multinacionales, que saquean las riquezas naturales de los países subdesarrollados, tanto en agricultura e industria, como en comercio y finanzas.

Desgraciados los jefes de la seguridad y del ejército que, más que perseguir el delito del crimen organizado, extorsionan brutalmente a los ciudadanos  o se benefician colaborando con el narcotráfico y la trata de personas.
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Jesús advierte a los escandalizadores: “Mas les valdría atarse un piedra al cuello y tirarse al mar”.